Manolo es conocido por los vecinos del barrio por ser siempre el primero en llegar, madrugando mucho para poder llevar a casa lo productos más frescos. Va en busca de los tomates para la ensalada, están algo arrugados, pepinos, zanahorias y algún que otro espárrago triguero. Hoy ha decido no llevar lechugas, muy pequeñas y están muy pochas para su gusto. Sigue con la fruta, una pera y media y dos manzanas. Parece que no han traído kiwis, una pena, puesto que le apetecían mucho.
Ha recordado que ayer hubo una oferta de bistec de ternera, la cual estaba muy buena a pesar de habérsela encontrado sin el film transparente. Intenta rebuscar entre las bandejas para ver si queda algún resto y se le iluminan los ojos al divisar la tan codiciada carne, pero ha escuchado a otro cliente tras él que hace mucho tiempo que no prueba una carne tan apetecible y Manolo, que ya comió bistec ayer, se la cede con gran amabilidad, aunque el recuerdo del almuerzo le hizo la boca agua.
Tras la búsqueda de varios artículos sin éxito revisa su lista de la compra y parece haber terminado. Comprueba que todo está dentro de su bolsa de plástico y deja el turno al siguiente cliente que, muy agradecido por la generosidad de Manolo al dejarle la carne, le desea los buenos días.
De camino a casa observa como los vigilantes del supermercado al que solía ir comienzan a espantar a sus compañeros más rezagados.
Amilcar González